El imperio romano en el siglo II d. C.

 


Ilustración inferior de Giuseppe Rava

Política y sociedad

Al principio del siglo II d. C. el imperio romano vivió el periodo de máximo esplendor y apogeo de toda su historia. Se trata de una etapa de grandeza excepcional. Roma, que había sido víctima de una enorme expansión, se enfrentaba a una nueva suerte de comunidad política, económica, social y cultural así como era testigo de una enorme diversidad religiosa perteneciente a todo el Mediterráneo y tierras vecinas. El beatissimum saeculum (felicísimo siglo), como algunos historiadores bautizaron al siglo, fue, presumiblemente, un periodo de paz. en el que, sin embargo, los gastos militares se duplicaron y el ejército vivió una época dorada, venciendo en numerosas guerras y guardando las ahora extensísimas fronteras. El Imperio, que se había constituido como el resultado de la dominación de los ciudadanos romanos, de origen itálico, vivió, no ya el despertar, sino la pujanza de las provincias y, con ella, la progresiva integración social y política de los provinciales. Hablamos por tanto de una etapa donde las provincias cobraron enorme importancia a la vez que experimentaban grandes cambios. Este proceso de integración alteró profundamente las estructuras políticas de la dominación, así como la realidad social de la oligarquía que gobernaba el Imperio. Si bien antes se había producido un proceso de conquista militar, ahora habría una conquista más de carácter cultural en busca de la integración y la romanización. Obviamente, este proceso de integración política, social, cultural y también religiosa, no produjo resultados homogéneos en el Imperio, pero sí fue capaz de articular una comunidad que finalmente adquirió plena naturaleza política con la Constitutio Antoniniana.

Uno de los grandes cambios que experimentó la estructura de gobierno fue el aumento del personal de la administración imperial, llegando la infraestructura a complicarse sobremanera. Trajano por su parte gobernó con un grupo de consejeros fieles y capaces, y más tarde Adriano llegó a transformar al Consilium Principis en órgano de consulta regular, reduciendo al Senado sus competencias. La reorganización administrativa emprendida por este emperador, proceso ya iniciado con Trajano, implicó una creciente injerencia del Estado en los asuntos locales, llegando incluso a privar al Senado de la administración de Italia. Además lo sustituyó por un Consejo Imperial. El poder central consideró su deber interesarse por todo y creó y perfeccionó la jerarquía de funcionarios, que proveyó al Imperio de una magna y perfecta máquina de gobierno y envió comisarios especiales a las provincias (correctores) y a las ciudades (curatore para cuidar de las finanzas. La gran máquina funcionó bien en el siglo I d. C., regida por la firma y personal dirección autocrática del príncipe.

El siglo II d. C. consiguió llevar casi a término la nivelación iniciada en el siglo anterior. La centralización impulsada por el emperador, actuando por la fuerza del poder autocrático, contribuyó a debilitar primero y a ahogar después la vida autónoma local. Por otra parte, la misma base de la sociedad era la que intentaba, romanizándose, unificarse según un modo de vida civil considerado como definitivo. Es decir, mientras el emperador y el estado romano restaba poder a las muchas oligarquías locales de las provincias, eran en muchos casos, además de estas mismas, los propios provinciales quienes buscaban “convertirse” en romanos. La ciudadanía era cada vez más extendida, la adecuación universal de las leyes, las mismas costumbres, y la extensión del uso del latín como lengua eran algunos de los aspectos más importantes propios de la unificación realizada en el mundo civil. Por otro lado, la sociedad, se vio nivelada cada vez más políticamente y con posibilidades de ascender en la administración imperial, aunque se conservó, no obstante, netos los límites de las clases, ya que la conservación social significaba la conservación del estado.

Mapa del imperio romano bajo Trajano en el 117 d. C.

Mapa del imperio romano bajo Trajano en el 117 d. C.


Aspecto militar

El ejército romano alcanzó en el siglo II d. C. posiblemente uno de sus mayores momentos de esplendor. Este se había convertido en una perfecta máquina militar y prueba de ello es que el imperio alcanzara su máxima expansión territorial bajo Trajano. Por otro lado, si bien se considera que fue un gran periodo de paz, no hubo menos conflictos, sin ir más lejos, que el siglo anterior. Trajano llevó a cabo varios campañas militares destacando la de Tracia, para la cual concentró cerca de 100.000 hombres, unas doce legiones, más de un tercio del ejército de Roma, siendo este el despliegue militar más grande desde los tiempos de Augusto. Su sucesor, Adriano, optó por una estrategia de carácter defensivo, consolidando las fronteras del Imperio. Sin embargo, no descuidó al ejército en ningún caso, todo lo contrario, pues introdujo reformas militares como aumentar el tiempo de entreno. También ordenó la construcción de numerosas fortificaciones defensivas destacando el gran muro de Adriano, e hizo frente a varias rebeliones como la de Bar Kojba, en Judea.  También, si nos vamos a Marco Aurelio, veremos gran cantidad de conflictos militares, principalmente contra expediciones e invasiones externas de pueblos como marcomanos, cuados, sármatas, o mauritanos.



Religión

Acompañando los grandes cambios sociales que sufrió el imperio romano, encontramos también numerosos cambios religiosos. Si bien existía desde antes, en el siglo II d. C. el culto imperial, es decir, el culto al emperador, cobrará una enorme fuerza. Servirá tanto como para aumentar la autoridad y legitimación del emperador como un magnífico elemento de cohesión social y religioso en las provincias romanas. Este tipo de culto tendrá también un enorme éxito en el ejército romano, desde donde se introducirá en el imperio el culto a Mitra. En este siglo veremos la aparición de religiones mistéricas como la recién mencionada en la cultura romana, todas procedentes de Grecia y las regiones orientales. Por último, no podemos olvidar el cristianismo, que si bien estaba lejos de la popularidad de otras religiones empezaba a cobrar algo de fuerza y se iba asentando por todos los territorios del imperio.


El culto religioso a los emperador romanos

Pintura de un lararium (pequeño altar religioso dedicado a dioses del hogar) 
con la figura del emperador en el centro. Casa de los Vettii  (Pompeya, Italia).




Prosperidad y declive

Clave en que el siglo II d. C fuera uno de los mejores para el Imperio romano fue la gran gestión administrativa y la intervención política tanto exterior como interior que llevaron a cabo emperadores como Adriano o Trajano, siendo con este último cuando el imperio alcanzó su máxima expansión. Sin embargo, la llegada de Cómodo al trono acabó con ello, entrando Roma en un periodo de inestabilidad que acabará con la llegada de la famosa “Crisis del siglo III”.  Más luces que sombras en un siglo que se convirtió en el posiblemente  mejor de la historia de la Roma antigua pero que también trajo consigo el comienzo de la caída del principado.





Fuentes clásicas:

HA, Hadr.

HR, Cass. Dio, LXIX y LXX


Bibliografía:

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