Ilustración superior de Peter Connolly
La importancia que se otorgó a la educación en la Grecia clásica resultó fundamental para su florecimiento y desarrollo. En gran medida, una sociedad es el resultado de la formación de sus jóvenes, y las virtudes de la educación griega fueron claves para la forja de su civilización.
El término paideia (παιδεία), traducido como educación o formación, resulta imprescindible para concebir la importancia que los griegos otorgaban a la educación de los niños y los jóvenes para que se convirtieran en esos auténticos ciudadanos que hemos mencionado antes. Paideia (de pâis, “niño”) comprende no sólo la educación, sino también la cultura, la tradición, y la civilización que debían recibir los futuros adultos. La educación consistía en un proceso por el que el joven asimilaba una serie de conocimientos, principios y destrezas que le harían poder servir de la forma más útil y virtuosa posible a su comunidad, de alcanzar la areté de uno mismo. Vemos la importancia que le daban los griegos al individuo, al hombre, así como a la comunidad, a su servicio a la polis. En Atenas, desde niños se les enseñaban a leer y escribir, así como matemáticas y geometría. Esto era esencial para que un futuro ciudadano pudiese ayudar a la polis. Se fomentaba el desarrollo tanto de las aptitudes mentales como corporales, en perfecta armonía entre ellas, no se entendían ambas por separadas. Esto es fundamental dentro de la educación griega, pues era esencial para todo ciudadano alcanzar un equilibrio entre ambas aptitudes.
Desde la Grecia arcaica, los poemas homéricos eran incluidos dentro de los programas educativos pues ejercían una gran e importante influencia moral y civilizadora, y constituían el repertorio fundamental de sus códigos sociales morales y religiosos. Sus protagonistas transmitían a lo largo de las generaciones una ética colectiva e individual. Algunas ideas que captaban los jóvenes con la lectura de estas obras eran la necesidad de cumplir escrupulosamente los ritos religiosos y de no ofender a los dioses, así como de fidelidad en el matrimonio. Estos eran pilares fundamentales en la sociedad, cuya conservación tuvo mucha importancia en la antigua Grecia, ya que eran fundamentales para la supervivencia de la cultura.
A la edad de trece años, si la familia disponía de recursos, la educación pasaba al gimnasio. Este, junto al simposio, constituía un marco fundamental de relación masculina. En él era donde se practicaba el ejercicio físico, además de que impartían lecciones filósofos y poetas. Un nuevo ejemplo de la unión que tenían tanto el cuidado de la mente como del cuerpo. “El ideal educativo de un ateniense en la época de Platón puede resumirse en el concepto del kalos kagathós: el hombre equilibrado; bello del cuerpo y bello del alma; es decir; justo” (Alcoberro Pericay, 2019). Un rasgo muy significativo de la nueva civilización griega presente en la educación que no podemos olvidar es el espíritu guerrero presente en su cultura. La guerra era el signo dominante de la época y no son pocas las representaciones de batallas y hombres armados que encontramos en el arte griego.
La ideología griega era de carácter esencialmente competitivo, consecuencia de ese espíritu guerrero del que hemos hablado, y tenía como objetivo principal la consecución de la excelencia o areté. Un término que define perfectamente esta mentalidad es agón (ἀγών), traducido como competición o certamen. El agón, la competición individual y colectiva, enseñaba que el honor era la virtud más alta por la que uno luchaba, estando por encima de su propia vida. La pérdida del honor, constituía el peor desastre. Era enseñado en los gimnasios y puesta a prueba en las competiciones, como por ejemplo las Olimpiadas, y principalmente el campo de batalla, siendo este el escenario principal de esta búsqueda de la excelencia a toda costa. También se aprendía por medio de los textos homéricos ya mencionados antes.
Ese importante servicio a la polis, junto a la competición individual en busca de la areté, se ve reflejada en el sistema de combate griego, el sistema hoplítico. Este se basaba en la falange, una formación cerrada y compacta donde todos los soldados luchaban por igual cubriéndose unos a otros. Si uno rompía la formación, ponía en peligro a sus compañeros y a su polis, por eso el mantenimiento de la formación por parte de cada uno de los combatientes era esencial para no ser derrotados. De esta forma, no se entendía la gloria individual y el triunfo de la polis por separado.
Bibliografía:
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