Desde que ocupó el trono Ptolomeo Sóter I, uno de los generales de Alejandro Magno, Egipto sería gobernado por la dinastía ptolemaica, siendo Cleopatra la última de ese larga estirpe. El hecho de que el país estuviese gobernado por faraones de origen macedonio, no dio lugar a la imposición de una cultura sobre otra, sino todo lo contrario, trajo consigo la creación de un Egipto de dos culturas: la griega y la egipcia. Desde un principio, los ptolomeos adoptaron las costumbres y tradiciones locales, incluso algunas que se remontaban hasta el cuarto milenio antes de cristo. Esto se dio con la intención de adaptarse, social, cultural, religiosa, y lingüísticamente a las expectativas de sus súbditos egipcios.
Cuando hablamos del Egipto ptolemaico, hablamos de un país helenizado con una gran estabilidad económica, siendo medianamente rico. La llegada de los griegos y la fundación de Alejandría había llevado a las tierras del Nilo nuevas riquezas y comercio, además de sabiduría y conocimiento por medio de los filósofos griegos. La construcción de la Biblioteca de Alejandría, que llegó a albergar hasta 900.000 manuscritos, convirtió la ciudad en la capital cultural e intelectual de todo el Mediterráneo.
En tiempos de Cleopatra, la escena internacional se extendía desde la India en el Este hasta los confines de Europa en Occidente. El Egipto ptolemaico se situaba virtualmente en el centro de ese mundo interconectado, siendo el corazón de una red de globalización antigua. Prueba de ello es el comercio de bienes exóticos así como de disfrutar de un comercio regular con la India. Sin embargo, este no es el único testimonio de este fenómeno, sino que también se refleja a través de la expansión de horizontes geográficos de producción cultural y literaria.
Cultura y sociedad
Por una parte, estaba esa clase griega gobernante, con la familia real como heredera de Alejandro y una élite surgida de los descendientes de los colonos griegos y macedonios; por otra, estaría la población egipcia que nada tendría que ver con las decisiones de sus gobernantes.
Si bien al principio esa división era menos nítida y estaba más acentuada, no podemos calificar la sociedad egipcia como dual para tiempos de Cleopatra. De hecho, el contacto e interacción entre ambos componentes étnicos se convirtió en la norma de transcurrir del tiempo en el periodo ptolemaico. Prueba de ello a través de una producción única a nivel cultural, artístico, religioso e incluso lingüístico.
La apertura a la escena internacional con los ptolemaicos llevó al país al influjo de nuevas lenguas y culturas, convirtiéndose principalmente en una sociedad compuesta, principalmente egipcia y helenizada. Este proceso se vió facilitado por, entre otras cosas, por dos fenómenos comunes: la práctica de matrimonios mixtos y la movilidad social, que permitía a los egipcios moverse en la escala social. Dentro de las familias mezcladas, los egipcios podían incluso adoptar nombres griegos.
Aunque son las identidades griega y egipcia las que socialmente definen el Egipto ptolemaico, es importante recordar sin embargo que su sociedad era significativamente más multicultural y que muchas otras minorías estaban presentes en el valle del Nilo. Un ejemplo de ello son la existencia de comunidades de hebreos judíos. La primera traducción completa al griego de la Biblia hebrea, el Antiguo Testamento, se realizó en este periódo del país egipcio. Según cuenta la leyenda, dicha traducción fue encargada por Ptolomeo II Filadelfo, quien quería recopilar en la reciente fundada Biblioteca de Alejandría los textos más antiguos de la humanidad.
El multiculturalismo del Egipto ptolemaico, no definía tan sola su sociedad en el ámbito interno, sino que también dice mucho de Egipto en la ambiciosa internacional actitud que mostraba respecto al resto del mundo antiguo. La influencia cultural que ejerció en otros territorios fue notable.
La pluralidad lingüística
Aunque de acuerdo al historiador griego Plutarco, Cleopatra fue la única gobernante ptolemaica que se molestó en dominar la lengua egipcia, la pluralidad lingüística fue uno de los rasgos más definitorios del Egipto ptolemaico.
La población egipcia conocía el griego. Una gran mayoría de los egipcios podían al menos seguir una conversación en griego en cuestiones prácticas y con fines específicos, mientras que una minoría de la población si era completamente bilingüe.
Sí es cierto que era más habitual que los egipcios aprendieran el griego, para ello el ascender socialmente por ejemplo, que a la inversa. Sin embargo, sabemos de algunos griegos que sí aprendieron egipcio o incluso lo leían, como vemos en una carta enviada por una mujer a un pariente varón en el siglo II a. C.;
“He sabido que estás aprendiendo la escritura egipcia, estoy extremadamente complacida contigo y conmigo misma” (papiro UPZ I.148).
Sabemos que existían diccionarios bilingües, llegando hasta nuestros días algunos ejemplos en papiro. Incluso tenemos ejemplos de textos literarios originalmente compuestos en egipcio y posteriormente traducidos al griego. Además, la convivencia de ambas lenguas se vio reflejada en la escritura egipcia, sabiendo de la existencia de símbolos griegos en los jeroglíficos egipcios.
Tal vez el ejemplo más importante y famoso que tenemos de la convivencia de las lenguas griegas y egipcias es la piedra Rosetta. Esta es un fragmento de las muchas copias originales producidas en serie del llamado decreto de Menfis , publicado en el año 196 a. C.. En ella, el decreto aparece en tres escrituras distintas: el texto superior en jeroglíficos egipcios, la parte intermedia en escritura demótica y la inferior en griego antiguo.
Piedra Rosetta. Museo Británico. Londres, Reino Unido.
Religión
Siguiendo el ejemplo de Alejandro, los gobernantes ptolemaicos se coronaban de acuerdo con el ritual egipcio en Menfis, la antigua capital política y religiosa del país. De esta forma, abrazaban la tradición de la realeza faraónica, es decir, la ascendencia divina, instituyendo el culto a la familia real y tomando títulos divinos. También adoptaron las tradiciones funerarias egipcias.
Desde tiempos atrás antes de Cleopatra, vemos reinas ptolemaicas representadas con vestimentas o rasgos egipcios. A diferencia de lo que ocurría en la Roma republicana, donde las representaciones de personajes reales divinizados no tenía buena acogida, en oriente no era nada extraño, y además gozó de una importante tradición en el mundo helenístico. Cleopatra era la nueva “Isis”, y su pareja por tanto debía ser Dionisio, uno de los equivalentes helenístico del egipcio Osiris. El propio padre de Cleopatra se apodó Dionisos. Al igual que hizo Marco Antonio antes incluso de tener una relación sentimental con Cleopatra.
Fue clave que en vez de ver a los sacerdotes como un peligro, los reconocieron como un aliado perfecto que podía otorgarles legitimidad religiosa y cultural a ojos de sus súbditos locales. Se produjo una relación de apoyo mutuo entre los monarcas ptolomeos y el sacerdocio, con uno nombrando oficialmente al otro.
En el ámbito religioso, los cultos y templos egipcios tradicionales continuaron funcionando, pero el territorio, especialmente las ciudades más grandes, también conoció la construcción de santuarios destinados a las deidades del panteón olímpico. Ambas religiones convivieron y hasta se solaparon identificándose dioses egipcios con griegos y viceversa. Por ejemplo, Horus se asimilaba con Apolo. La ciudad de Edfú, que albergaba el mayor templo de este Dios, fue llamada Apolinópolis, en griego. No solo se construyeron templos de religión griega, sino que los monarcas fomentaron la construcción templos a las divinidades egipcias. Hoy en día encontramos algunos como el Templo de Filas, el cual vemos abajo.
El videojuego Assassin's Creed Origins, de donde proceden estas imágenes, ha sabido recrear perfectamente ese Egipto de las dos culturas, y a pesar de tener fallos, es muy recomendable para conocer el Egipto ptolemaico en el que vivió Cleopatra. Eso sí, no olvidemos que se trata de un videojuego.
Bibliografía:
-Desperta Ferro Arqueología e Historia n.º 34 "El Egipto de Cleopatra"
-El Antiguo Egipto. Descubrir la historia (Irene Cordón Solà i Sogalés)
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