Los romanos y las Islas Canarias

 



Es difícil separar los relatos de los mitos oceánicos de la antigüedad y las referencias directas a las Islas. En la antigüedad clásica, el Atlántico era el límite del mundo conocido y los relatos míticos sobre los Campos Elíseos o el Jardín de las Hespérides se mezclan con los conocimientos geográficos de la época. Las citas más antiguas son dudosas y probablemente hacían referencia a distintos puntos del Mediterráneo occidental y de la costa atlántica norteafricana. En los escritos del romano Plinio el Viejo, las islas Canarias aparecen ya citadas y descritas.

Posiblemente, las islas fueron descubiertas por primera vez por el explorador cartaginés Hannón el navegante en el 570 a.  C. El primer documento escrito con una referencia directa a Canarias se debe a Plinio el Viejo, que cita el viaje del rey Juba II de Mauritania a las islas en el 40 a. C., y se refiere a ellas por primera vez como islas de los Afortunados (Fortunatae Insulae). Este nombre procede de la mitología griega, quienes afirmaban que por esta zona del  Atlántico se encontraban islas donde había una especie de paraíso. En torno a esa época, se fundó al menos una colonia en la isla.



El nombre de Canarias es de origen romano, aunque se desconoce el porqué.  Los romanos bautizaron a cada una de las islas como; Ninguaria o Nivaria (Tenerife), Canaria (Gran Canaria), Pluvialia o Invale (Lanzarote), Ombrion (La Palma), Planasia (Fuerteventura), Iunonia o Junonia (El Hierro) y Capraria (La Gomera). El geógrafo hispanorromano Pomponio Mela las situó por primera vez con exactitud en un mapa.

Durante mil años, entre los siglos IV y XIV, las islas parecen desaparecer de la historia. El único testimonio documental de esta época, muy dudoso, es el viaje de San Borondón, cuya leyenda se extendió durante siglos por la Europa cristiana. Durante la Edad Media fueron visitadas por los árabes y en el siglo XIV se produce el redescubrimiento de las islas. 


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