Ilustración superior de ªRU-MOR
Uno de los rasgos culturales más significativos de la cultura griega era la mala posición de la mujer en la sociedad. Estas, junto a los esclavos, constituyeron el otro gran colectivo marginado de la vida política y social. Las niñas y las jóvenes no recibían la misma educación que los hombres. Su vida transcurría en gran parte en el interior de la casa, confinadas a los cuidados de su madre, de sus tías o de las esclavas y aprendían tareas domésticas como el hilado, la preparación de la comida, o la administración de la casa. Les eran transmitidos relatos de tradición mítica así como algo de aritmética, lo cual le serviría en su vida adulta para administrar la economía doméstica. En Atenas, también se les enseñaba a leer y escribir.
Su conversión en adultas llegaba con el matrimonio en torno a los quince años de edad, mediante el cual la tutela de la joven pasaba del padre al marido. Este constituía una forma de control de la mujer por parte del varón, el cual había entrado ya en la cuarentena a la hora del matrimonio.
Las mujeres eran excluidas de actividades sociales como el simposio y no era frecuente que acudieran al ágora, donde los hombres solían encontrarse para realizar las compras del día o simplemente charlar entre sí. Pasaban las horas del día reunidas en lugares muy determinados como el lavadero o el telar, donde realizaban algunas de las actividades principales que les estaban encomendadas. La posición de la mujer se veía altamente condicionada por su carácter pasivo en la defensa de la comunidad y por formar parte del botín de guerra de los vencedores. Sin embargo, las mujeres ocupaban un papel importante en el aspecto religioso en su papel de sacerdotisas de determinados cultos. Existían incluso festivales a los que los hombres no tenían acceso, y muchos de los dioses más poderosos eran mujeres, como Atenea o Afrodita.
La actitud del hombre hacia la mujer estaba compuesta por una extraña mezcla de superioridad y temor. Para ellos, el poderoso atractivo de la sexualidad femenina era capaz de imponer su dominio sobre el varón con asombrosa facilidad. Dentro de una cultura que consideraba la moderación como uno de los principales valores, esto no podía permitirse. El intento de sublimar la virginidad femenina para que la mujer no provocase al hombre, se tradujo en la imagen de diosas vírgenes como Atenea, que además tenía notables características masculinas como su papel en la guerra.
La mujer espartana
En Esparta, la situación de la mujer era algo diferente. Las hijas pequeñas de los homoioi se mantenían al margen de la educación de sus hermanos, sin embargo sí recibían una educación elemental y un aprendizaje de los valores cívicos de la comunidad. A diferencia de en el resto de las polis griegas, no eran adiestradas para realizar tareas domésticas, pues estas eran ocupaciones que se consideraban serviles o impropias de mujeres libres. Esto no se debía por considerar a la mujer igualitaria al hombre, si no como superior al resto de griegos, ya que era espartana. La educación espartana de las jóvenes consistía en ejercicios físicos realizados al aire libre, con el fin de prepararlas para la procreación de niños robustos y sanos. Como vemos, el hecho de que las mujeres libres recibiesen una educación más allá de centrarse en tareas serviles, seguía siendo un reflejo del machismo presente en Grecia, pues era para dar a luz a hombres fuertes y sanos.
Bibliografía:
-La mujer en Grecia. Desperta Ferro Arqueología e Historia, Nº 11
-Richer, N., (20209, Esparta. Ciudad de las artes, las armas y las leyes. Madrid, España: Editorial Edaf S.L.U
-S. Ruiperez, M., Tovar, A., (1979). Historia de Grecia. Historia de la humanidad. Barcelona, España: Montanter y Simón, S. A.
-Gómez Espelosín, Francisco Javier., (2016). Historia de Grecia en la Antigüedad. Madrid, España: Ediciones Akal, S. A.
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