Cuando los gansos salvaron Roma


Ilustración inferior (recortada) de Plamen Genov para SEGA.



Roma fue salvada a lo largo de su historia por protagonistas tan importantes como diferentes. Desde el joven Escipión ante el invencible Aníbal, hasta las siempre presentes epidemias que frenaron al insaciable Atila cuando se disponía a arrasar Roma. Sin embargo, otras veces, el destino de Roma no se salvó por el ingenio de un hombre o por el mortal capricho de la naturaleza, sino por otros motivos como pueden ser unos pequeños animales inexpresivos, plumados y de cuello largo, unos gansos.

Nos situamos en el año 390 o 387 a.C., dependiendo de la tradición romana o griega. Diferentes tribus galas habían invadido el norte de Italia, llegando los seunones, liderados por Breno, hasta el interior de la península. Según nos cuenta Tito Livio, por quien conocemos toda la historia aquí contada, la ciudad etrusca de Clusium pidió ayuda a Roma, la cual envió embajadores a negociar terminando el encuentro con la muerte de un jefe galo y el consecuente ataque de estos a la propia Roma. Los romanos, para frenar el avance galo, mandaron a su ejército produciéndose una batalla en las orillas del río Alia, aunque para su lamento, fueron derrotados. Seguidamente, los galos entraron en Roma cometiendo un gran saqueo de la ciudad provocando la huida de los supervivientes a la ciudadela de la Colina Capitolina. Debido a lo escarpada que era esta, los allí presentes parecían seguros. No era así.

Una noche, los asaltantes encontraron una forma de acceder al recinto. Silenciosamente, consiguieron subir sin alertar ni a los guardias ni a los perros. Es aquí cuando aparecen los protagonistas de nuestra historia. Debido a la presencia de un templo dedicado a Juno, allí se encontraban gansos sagrados de esta diosa. Estos sí se percataron de la llegada de los galos y con sus graznidos y aleteos, alertaron al soldado Marco Manlio.
 

Ilustración de Henry Motte.


Este se dispuso enseguida a dar la voz de alarma y derribar al galo que a punto se encontraba de llegar a la cima, llegando seguidamente el resto de la guarnición y provocando la huida de los atacantes galos. Al amanecer fue Manlio fue recompensado así como asesinado aquel vigía al que se le culpó de no haber estado alerta. Los días posteriores, el hambre y las enfermedades marcaron el devenir de aquella situación, llegando a una tregua y produciendose un acuerdo según el cual Roma debía pagar una gran cantidad de oro a los galos a cambio de su partida. 


Ilustración de Jarek Nocon para Desperta Ferro (enlace).


Pago que no se llegó a realizar debido a la llegada de Marco Furio Camilo, uno de los grandes héroes de Roma, con un ejército. La victoria sería para Roma, la derrota para los galos. Si bien así lo relata Tito Livio, tal vez este último enfrentamiento fuese una invención con tal de borrar la humillación sufrida, y ese pago sí se llegase a producir. Leyendo a Polibio (cf. 2.18.3), así podría entenderse. En cualquier caso, Roma se salvó del que podría haber sido su final, mucho antes de convertirse en la potencia que más tarde será. Así lo quiso Juno, que intervino en el mundo de los hombres para salvar a la gran Urbe por medio de sus pequeños amigos. O bien, simplemente, un ganso se asustó al ver a un hombre en mitad de la noche.

Fuese cual fuese el culpable de salvar el destino de Roma, desde entonces, cada año, entre julio y agosto, se empezó a celebrar el supplicia canum. En esta festividad se realizaba una procesión donde se llevaban gansos entre oro y púrpura mientras se sacrificaban perros. De esta forma se honraba a los gansos en representación de Juno así como se castigaba a los perros por no ladrar aquel día. En realidad, hay que tener en cuenta, que habría un mayor trasfondo mágico, y no siendo el sacrificio de los perros únicamente un “castigo”. Esta celebración sería abandonada con la llegada del cristianismo. No obstante, para entonces, unos pequeños animales inexpresivos, plumados y de cuello largo, ya habrían entrado entre la exclusiva lista de aquellos protagonistas que salvaron Roma para convertirla en la Ciudad Eterna.


"Ganso sagrado del Capitolio"  Henri Paul Motte, 1889.

-Bibliografía: 


-Tito Livio, Ad Urbe Condita.

-Peter Jones, "Veni, vidi, vici: hechos, personajes y curiosidades de la antigua Roma", 2013.

-Artículo: "La Invasión de Roma por los Galos según la Historia Regum Britanniae" de Gloria Torres Asensio, 2018-2019.

-Artículo Web de National Geopraphic: "Los gansos que salvaron Roma de los galos" de Abel G.M. (enlace).


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